- Existe una tendencia a considerar la publicidad o propaganda negativa como algo malo, pero las emociones negativas, como el coraje o ira, pueden hacer que las personas reaccionen y se involucren más en política o en una causa, de manera que las consecuencias de este tipo de publicidad no son todas negativas. No obstante...
- La ira empuja a las personas en direcciones excesivas y agresivas, lo que puede ser apropiado en un determinado tiempo y lugar, pero puede ser un problema si crea motivaciones que habrán de estallar. ¿Se limita a movilizar al reparto de folletines y a votar, o se extiende a golpear a los oponentes o arrojarles ladrillos? Los políticos pueden provocar estas emociones por intereses personales, pero al hacerlo desatan a la vez una fuerza poderosa que es dificil de controlar.
- La ira promueve una virtud cívica, una mayor participación de las personas, pero también tiende a incitar actitudes de cerrazón respecto de información novedosa o distinta, orilla a las personas a los extremos y fomenta acciones agresivas y punitivas, todo ello signos de una polarización política.
- La ira promueve una política de recriminación y reparto de culpas que a veces es difícil de separar de una política de la responsabilidad y el rendimiento de cuentas.
Drutman concluye que para aquellos que aspiran a un mayor acuerdo y consideración tanto social como político, quizá lo mejor es invertir tiempo en reconocer las complejidades y ambigüedades de los problemas públicos, tratando de reducir las "certezas" (¿dogmas?) y recriminaciones que llevan a la ira. En consecuencia, para que las personas reflexionen con mayor cuidado y detalle los asuntos políticos, quizá un poco de la ansiedad o incertidumbre provocada por el miedo o falta de certeza no sea una cosa tan mala.
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