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lunes, junio 27, 2011

Una realidad sin nombres


En articulo titulado Élites tóxicas, en el que denuncia una miseria moral que se exhibe en el hecho de que los ricos reciben limosna de los pobres ante las miradas atónitas de los representantes democráticos (referencia sin duda a los sacrificios a los erarios públicos y sus consecuencias sociales que se señalan como remedio ineludible para combatir los efectos de las crisis financieras), Margarita Riviere llama la atención a la impunidad con la que transitan los actores sociales causantes de estos atropellos cobijados en abstracciones fantasmales que permiten el resguardo de sinvergüenzas:
Lo llamativo es que nuestra cultura mediática, maniática del genero People y de personalizar éxitos y fracasos, mantenga tan descomunal recato e incapacidad para nombrar a los promotores de estilos de vida tóxicos. así, se recurre a la fabulosa abstracción de "los mercados" y a la ingeniosa generalización de que "todos somos culpables"...
Riviere acusa a lo que llama "élite tóxica" de haber destruido la idea misma de sociedad al actuar como una especie depredadora que sólo la concibe como territorio de caza para obtener influencia, visibilidad, autoridad, todo ello reducible, en última instancia, a dinero. El despeñamiento moral se fortalece al convertirse este tipo de comportamiento en modelo social, en representación de lo ideal o, en el menos malo de los casos, en descripción de "lo normal".

La articulista observa como anticuerpos de estas élites tóxicas a otras minorías que empiezan a surgir, las cuales reivindican una democracia y política "reales". Se trataría de nuevas élites (toda vez que la mayoría parece  adormecida) de una disposición abierta y generosa capaz de construir un futuro mejor.

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