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domingo, agosto 30, 2009

El león ha muerto


La primera vez que me impresionó Edward Kennedy fue al escucharlo en la convención demócrata que habría de postular como candidato presidencial a Walter Mondale, en 1984. Comenzó con una arenga, prácticamente a gritos, que prendió el entusiasmo de los presentes y continuó, en el mismo tono, preguntando quién era la persona responsable de alguna política concreta que a su juicio perjudicaba a la población de Estados Unidos, él mismo respondería: “Ronald Reagan”, siguió con una serie de preguntas en sentido idéntico y, al cabo de cada una de ellas, la concurrencia gritaba como respuesta, cada vez más eufórica, "Ronald Reagan". Kennedy, en un minuto, en cadena nacional, había presentado como una verdadera calamidad pública al popular presidente conservador, que iba en pos de la reelección. Desde allí quedé prendado del proceso electoral estadounidense, de sus elecciones primarias, convenciones y debates.

El más célebre de sus mensajes sería el que pronunció cuatro años antes al conceder la derrota ante James Carter en una de las más duras y apasionadas primarias en la historia reciente, cuando pretendió realizar la odisea de arrebatar la nominación de su partido a un presidente en funciones, al cual percibía tibio y resignado a la derrota en las elecciones frente al partido republicano.


Kennedy se distinguió en su trabajo legislativo por impulsar una agenda tendiente a lograr una mayor equidad social, en particular en lo concerniente a derechos civiles, servicios de salud, educación, derechos laborales y migración. Acorde con lo anterior fue adversario de las disminuciones de impuestos a ciertos sectores privilegiados impulsadas por Ronald Reagan y George Bush, además, se opuso ferreamente al otorgamiento de mayores facultades a las autoridades, que podrían considerarse atentatorias a los derechos ciudadanos. Así mismo, apoyó el otorgamiento de fondos públicos para la investigación de células madre, defendió el derecho de las mujeres a decidir la continuación del embarazo y las uniones entre personas del mismo sexo.

A pesar de ser un político decididamente liberal, un liberal del New Deal según Sam Tanenhaus, ello no le impidió ser un devoto católico romano y contar al Cardenal de Boston entre sus amigos, tampoco fue obstáculo para que su trabajo como legislador se distinguera por tender puentes e impulsar acuerdos que rompían las barreras entre ambos partidos. No obstante, la que llamaría la causa de su vida, una reforma integral de los servicios de salud, quedaría inconclusa.

En temas de política exterior encabezó los esfuerzos del congreso para imponer sanciones a Sudáfrica en virtud de su poítica de apartheid, promovió la paz en Irlanda del Norte, logró una prohibición a la venta de armas a la dictadura chilena, reclamó la retirada de Estados Unidos de Vietnam y votó en contra de la invasión de su país a Iraq, "the best vote I've made in my 44 years in the United States Senate."

Al proponer Reagan la nominación del “originalista” Robert H. Bork para la Suprema Corte de Justicia Kennedy dirigió uno de los ataques más feroces que se recuerden a una nominación presidencial:
Robert Bork's America is a land in which women would be forced into back-alley abortions, blacks would sit at segregated lunch counters, rogue police could break down citizens' doors in midnight raids, schoolchildren could not be taught about evolution, writers and artists could be censored at the whim of the Government, and the doors of the Federal courts would be shut on the fingers of millions of citizens for whom the judiciary is—and is often the only—protector of the individual rights that are the heart of our democracy. America is a better and freer nation than Robert Bork thinks. Yet in the current delicate balance of the Supreme Court, his rigid ideology will tip the scales of justice against the kind of country America is and ought to be. The damage that President Reagan will do through this nomination, if it is not rejected by the Senate, could live on far beyond the end of his presidential term. President Reagan is still our President. But he should not be able to reach out from the muck of Irangate, reach into the muck of Watergate, and impose his reactionary vision of the Constitution on the Supreme Court and on the next generation of Americans. No justice would be better than this injustice.
No tenemos elementos para afirmar que esa era la América a que hubiera conducido el tipo de interpretación constitucional que proponía el nominado, pero sí el tipo de sociedad que no deseaba Kennedy, su anti-américa.

Su última participación relevante de índole electoral fue respaldar, en el proceso de elecciones primarias a Barack Obama como candidato a la presidencia del partido demócrata, en el momento en que la moneda estaba en el aire entre la senadora Hillary Clinton y el entonces senador por Illinois. Dicho apoyo fue determinante para la consolidación de la candidatura del actual presidente de los Estados Unidos. Para Kennedy, Obama representaba una oportunidad para la reconciliación racial definitiva y una vuelta a la hoja a la polarización política de decadas anteriores: “He will be a president who refuses to be trapped in the patterns of the past...I ask you to join in this historic journey — to have the courage to choose change. It is time again for a new generation of leadership"

Combatiendo un cancer terminal que le había sido diagnosticado meses antes, y que lo había mantenido alejado de casi la totalidad de sus responsabilidades como senador, finalmente pudo presentarse a la que sería su última convención democrata, la cual habría de ungir como candidato presidencial a su protegido.


Para Barack Obama, Kennedy representaba el alma del partido demócrata, era el león del senado de los Estados Unidos (como se le llamaba por su influencia) y defensor de los que no tenían protección. Para sus adversarios políticos el senador por Massachusetts significaba algo muy diferente: Ronald Reagan, que consideraba al gobierno como parte de los problemas de la sociedad y no de su solución, lo identificó como "the champion of big goverment" y de respaldar una participación entrometida del gobierno federal en la vida y cartera de las personas; para Rush Limbaugh se trataba, en efecto, de un león del senado, para el cual los ciudadanos eran la presa.

El más joven de los hermanos Kennedy, el considerado más vulnerable y al que con más insistencia se le regateó el reconocimiento, resultó ser el que determinó los cambios más relevantes para el ciudadano común, en palabras de Norman J. Ornstein: “He was not a shining star that burned brightly and faded away. He had a long, steady glow. When you survey the impact of the Kennedys on American life and politics and policy, he will end up by far being the most significant."

Descanse en paz.

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