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sábado, abril 10, 2010

Historia de las historias

John Burrow, profesor en la Universidad de Sussex y en Oxford, se especializó en la historia de las ideas, disciplina que permite incursionar en la evolución de la filosofía, de la ciencia, de la religión, del arte o de la literatura, pero, como dice el mismo profesor Burrow, en una especie de analogía “alephiana”: “la historia de las ideas sobre el pasado, tal como la expresan los textos históricos contemporáneos, y el valor que les atribuimos en el presente, es también parte de esa historia intelectual”. Es a esta historia de las ideas a la que dedica este libro, bajo los auspicios de la editorial Crítica para el idioma castellano y Penguin Books para el inglés. Recurre para ello a textos históricos, épicas, crónicas y leyendas, a efecto de lograr una “historia de las historias” desde Heródoto hasta el siglo XX.


Me absorvieron los capítulos correspondientes a la historiografía clásica griega y romana, que es la parte más extensa de la obra, disfruté mucho en específico del análisis y explicación que realiza de los contrastes para contar la historia de Heródoto, Tucídides, Tácito, Polibio y demás.

La historiografía mítica inglesa, sección del libro de lectura agradabilísima, es incluida sin ningún pudor concerniente a la dificultad de considerar como documentos históricos las referencias de Godofredo de Monmouth al mundo legendario del Rey Arturo y Merlín, aunque cuida de clasificarlas como pseudohistoria y explicar sus limitaciones.

El ensayo sobre las crónicas florentinas de Nicolás Maquiavelo y Francesco Guicciardini, representantes para Burrow, junto con Villani, de la historia humanista, resultarán didácticas para los atraídos por este período del Renacimiento y para quienes disfruten de navegar por la literatura del análisis político realista en que se distinguieron ambos.

No obstante, existe un capítulo cuyo título ofrece más de lo que da, el que trata de desarrollar el enfoque que ve a la historia como un relato de libertad. El título es bello y estimulante pero parecen pobres los argumentos para ubicar en él a los poquísimos autores elegidos por Burrow: Stubbs y Burckhardt; probablemente acudiendo a otros pensadores, alejados si se quiere del relato histórico tradicional, pero que siguen la evolución de las instituciones constitucionales, o que han reflexionado sobre la civilización de manera progresiva, como una serie de triunfos políticos por las libertades o derechos del hombre, era posible haber lograr algo más apegado a lo que la nomenclatura del capítulo sugiere. Sin que su intención haya sido hacer referencia al libro que se comenta, enontramos una afirmación de la historiadora Lynn Hunt (La invención de los derechos humanos) que respaldaría lo que sostenemos:
Los derechos humanos son tan ubicuos en la actualidad que parecen requerir una historia igualmente extensa. Las ideas griegas sobre la persona individual, las nociones romanas de la ley y el derecho, las doctrinas cristianas del alma; existe el riesgo de que la historia de los derechos humanos se convierta en la historia de la civilización occidental, o incluso, como sucede a veces, en la historia del mundo entero.
A pesar de su extensión es un libro de lectura fácil, que se presta para ser leido temáticamente, de conformidad con el interés momentáneo y caprichos del lector. Propio para los amantes de la historia, envolvente, ameno y, en ocasiones divertido, como lo era en vida el autor, de reciente desaparición.

Auténtico sibarita, en su obituario se dice que disfrutaba de los placeres de la mesa con un entusiasmo descarado y que se enorgullecía en presumir a los amigos su poco saludable estilo de vida; amante de las tertulias, hacía gala en todo momento de exhuberancia verbal, apasionamiento, inteligencia y de una desbordante simpatía.

Críticas y alabanzas han llovido por igual al libro de Burrow entre el círculo erudito, que sin embargo ha sido bien recibido por el público lector aficionado a la historia. Algunas reseñas de especialistas útiles para quien le interese el tema pueden ser las de Paul Cartledge, Michael Binyon, Felipe Fernández-Armesto y Keith Thomas.

John Burow emprendió la tarea de contar una "historia de las historias" en torno a algunos historiadores primordiales, de reconocimiento indiscutible, pero también acudió a otros cuya selección y enfoque resulta menos pacífico a juicio de los eruditos que también le señalan omisiones relevantes, lo que por cierto no debió agobiar demasiado al autor, quien admite que, a final de cuentas: "History is the record of what one age finds of interest in another."

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