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sábado, junio 18, 2011

Un llamado a favor de la política


Se percibe preocupación en Liébano Sáenz al leerse su artículo La política está enferma de polarización, en el que señala un regreso, que considera es alentado de manera importante desde el gobierno, a un tóxico ambiente de recriminaciones y acusaciones con el fin de obtener un mejor resultado electoral mediante la resta de aprecio en la opinión pública del adversario denostado: 
El país gradualmente va hacia una pendiente peligrosa que es la de la polarización. La confrontación del gobierno y del PAN con las fuerzas políticas opositoras a ratos parece dirigirse a terrenos ya experimentados hace seis años que nos llevaron a una elección muy accidentada y al desencuentro posterior entre ganadores y perdedores. Es evidente que no se aprendió la lección del pasado inmediato... El país padece problemas sumamente graves en muchos frentes como para que sus gobernantes se distraigan en una ofensiva verbal con evidentes propósitos partidistas y electorales. El contexto que vive la fuerza política en el gobierno no debiera ser resuelto mediante la partidización de las instituciones públicas... Nadie debe apostar al deterioro de la civilidad y urbanidad políticas con el solo propósito de permanecer en el poder.
Invita el articulista a ubicar en su justa dimensión la contienda electoral, subordinándola a la necesidad de contar con un gobierno funcional y una sociedad plural que confíe, agregamos nosotros, en la política como mecanismo para discutir las ideas y para conducir en la búsqueda de los anhelos:
Es preciso desde ahora tener en claro que una vez que concluyan los comicios, debe darse la reconciliación y la concordia, que la democracia represente un activo para dar lugar a gobiernos eficaces para atender y dar respuesta a los grandes problemas nacionales. Para ello es indispensable construir desde ahora, bajar el encono, evitar la polarización y ampliar el terreno compartido por la pluralidad política nacional.
Más que una denuncia a la polarización, a la crítica de la perversidad maniquea, el desenvolvimiento del texto, quizá sin que ese hubiera sido el propósito primario de su autor, se puede aprovechar más como un llamado a no distraerse en enconos y a entender la política, a final de cuentas, como una serie de actividades mediante las cuales los grupos humanos toman decisiones colectivas, un espacio en que se dilucida sobre la cosa pública y en el que, por lo tanto, no son legítimas las exclusiones, que conducen al despotismo, ni aceptables el abandono y la resignación, que lo toleran.

En este orden de ideas mucho contribuiría el dejar atrás la concepción schmittiana de la política, tan apreciada simplistamente por muchos, y retomar, entre otras, la concepción que de dicha actividad nos aporta Hannah Arendt (La promesa de la política, Paidos):
La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres... producto humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana... La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los "diversos".  Los hombres se organizan políticamente... a partir de un caos absoluto de las diferencias... El hombre, tal como la filosofía y la teología lo entienden, sólo existe -o se realiza- en la política, con los mismos derechos que los más diversos se garantizan... La política surge en el "entre" y se establece como relación... Sólo hay libertad en el ámbito particular del "entre" de la política...

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