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miércoles, febrero 02, 2011

El artificio de las palabras

Las palabras pretenden informarnos, emocionar, dirigirnos, embrujar, son el conducto por el que circulan nuestro amor e ira, nuestro conocimiento y superchería, nuestra política, religión y poesía. A veces son indignas, desbordadas por el sentimiento e intelecto, por lo que habrá que amoldarlas a golpes para forzarlas a la utilidad, otras  veces nos veremos obligados, cual Ulises ante las sirenas, a buscar la manera de darles la vuelta para no caer hechizados ante sus cantos de perversidad, finalmente las palabras son  rameras que se prestan a las fantasías y espejismos de cualquiera que las posee.

No nos dejemos encantar por ellas, porque las palabras muchas veces son quimeras, que no reflejan lo que es ni lo que pensamos, sino lo que los demás quieren que sea, una mera ofuscación. Su fascinación puede provocar o detener una guerra, atizar o apagar el fuego de una revolución, al convertirlas en justicia emancipadora o en anarquía, pecado y devastación. Sirven para liberar lo mismo que para esclavizar, felices de ser toqueteadas por los dedos caprichosos del flautista seductor. Habrá entonces que cogerlas del rabo, para que chillen, como aconseja Octavio Paz, azotarlas, atosigarlas, hasta hacer que hablen con la verdad.

Este esfuerzo al que nos apremia el poeta es el que pide, ¡exige!, Mona Eltahawy, periodista e insurgente egipcia, ubicada en medio de la historia: "I urge you to use the words 'revolt' and 'uprising' and 'revolution' and not 'chaos' and not 'unrest, we are talking about a historic moment... Egyptians want to fix Egypt, they don't want to destroy Egypt." Mientras lo dice, la cadena televisiva gubernamental difunde imágenes de daños en El Cairo acompañadas de una palabra, aparentemente descriptiva pero, en el fondo, hobbesianamente incitadora: ¡Caos!

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