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jueves, enero 27, 2011

Dios y los animales


Me gusta la manera como Amartya Sen trata de introducirnos a la discusión sobre la idea de justicia:
"En el pequeño mundo en el cual los niños viven su existencia... no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia... Pero la fuerte percepción de la injusticia manifiesta se aplica también a los adultos. Lo que nos mueve... no es la percepción de que el mundo no es justo del todo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisieramos suprimir."
Dicha parte del prefacio del libro de Sen La idea de la justicia, y la percepción a la que se refiere, vino a mi mente al toparme hoy con otro párrafo, éste del artículo God may work in mysterious ways, but cognitive science is getting a handle on them del psicólogo Jesse Bering, extracto del capítulo introductorio a su libro The Belief Instinct: the Psychology of Souls, Destiny and the Meaning of Life. Entre la sugerentes ideas del libro, que a más de uno habrán de dejar atónito, está la que afirma que la presencia de la idea de un Dios en nuestra vida probablemente es una reacción de nuestro cerebro para desahogar la necesidad imperiosa de una presencia protectora al encontrarnos en situaciones de especial infortunio.

Si esa presencia protectora y que encarna todo el bien y la sabiduría posibles existe, ojalá también tenga una forma de reconfortar a los animales, innecesarias víctimas de nuestra crueldad y codicia. No obstante, la ilusión de su existencia no nos excusa moralmente de nuestra falta de acción, en este mundo, para evitar y reparar injusticias provenientes del abuso de poder de la raza humana sobre otras especies, como las que se perciben del siguiente párrafo, recriminador, del texto de Bering:
Back when I was in graduate school, I spent several years conducting psychological research with chimpanzees. Our small group of seven study animals was housed in a very large, very sterile, and very boring biomedical facility, where hundreds of other great apes—our closest living relatives—were being warehoused for invasive testing purposes under pharmaceutical contracts. I saw too many scenes of these animals in distress, unsettling images that I try not to revisit these days. But it occurred to me that if humans were in comparably hopeless conditions as these chimpanzees, certainly the question of God—particularly, what God could possibly be thinking by allowing such cruel travesties—would be on a lot of people’s minds.
No cabe duda de que es perdurable el mensaje moral de fondo que quería transmitir Victor Hugo cuando afirmó: "Los animales son de Dios. La bestialidad es humana. "

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