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martes, enero 25, 2011

Arte y autoritarismo


Es dificil concebir que la manifestación artística pueda coexistir con  un régimen de gobierno que limita las libertades. Esta comprometida labor de equilibrista es  la que en los últimos años ha tratado de llevar a cabo, con distintos resultados, Ai Weiwei. El reconocimiento internacional y una situación económica desahogada, le han permitido explorar linderos de expresión y desafío al régimen más amplios que en los que un ciudadano chino común podría aventurarse a incursionar. Lo anterior no lo ha librado de arrestos domiciliarios, golpizas, restricciones para salir del país y, lo último, la demolición de un estudio en Shanghai, que construyó animado por las autoridades locales.

Entre las causas que Weiwei considera  pudieran haberle granjeado la malquerencia del gobierno chino se encuentran las siguientes: el abandono de su participación en el diseño del estadio olímpico y su presión para que otros también lo hicieran, al denunciar la utlilización ideológica que el gobierno quería hacer del evento; su crítica al trato recibido por Yang Jia, el hombre que fue arrestado y golpeado por la policía por conducir una bicicleta sin licencia (Jia asesinaría a su vez a seis policías por lo que finalmente fue ejecutado); la realización de un documental sobre Feng Zhenghu, el abogado que adquirió notoriedad internacional al pasar más de tres meses en el aeropuerto Narita de Tokyo, en señal de protesta, esperando se le permitiera abordar un avión para reingresar a China y, finalmente, la organización de una fiesta de acceso libre en la que, sarcásticamente, se repartiría cangrejo y se presentarían grupos de rock en concierto, para despedir el estudio de Shangai. La fiesta se llevó  a cabo pero no pudo asistir en virtud de que le fue decretado un arresto domiciliario dos días antes para evitarlo: "They put you under house arrest, or they make you disappear... That’s all they can do. There’s no facing the issue and discussing it; it’s all a very simple treatment."

La política interior china que origina este tipo de circunstancias, en un afán del partido comunista por mantener a toda costa un férreo control social, no pasó desapercibida en la reciente reunión de estado celebrada en Washington, en la cual el presidente Barack Obama instó a China cumplir en la observancia de derechos humanos que se encuentran reconocidos en la propia constitución china, además de señalar la existencia de lo que llamó: "some core views... about the universality of certain rights: freedom of speech, freedom of religion, freedom of assembly."

Por su parte, el presidente chino, Hu Jintao, se permitió reconocer lo siguiente: "China still faces many challenges in economic and social development... And a lot still needs to be done in China in terms of human rights." Sobre este reconocimiento, no menor, se puede bordar en el futuro. No obstante, se cuidó de decir que China estaba dispuesta a dejar de lado las diferencias y a colaborar y estrechar la relación con los Estados Unidos en áreas de coincidencia común, principalmente en materia económica, pero salvaguardando la competencia exclusiva de cada gobierno para manejar de conformidad con sus intereses los asuntos de política interna. Cualquier crítica o sugerencia internacional respecto de la falta de libertades políticas en China es rechazada por el partido comunista como "injerencista".

"Venceréis pero no convenceréis", decía Miguel de Unamuno. Los actos reflejos rudimentarios de los sectores más autoritarios del gobierno chino para mantener el control social, aunque se maquille de "armonía", descansan más en la coerción que en el convencimiento. Echando por la borda cualquier pretensión de legitimidad democrática, reprimen la mínima expresión política disidente que pudiera desencadenar una liberación de las ansiedades de cambio acumuladas, al hacerlo, como le gusta demostrarlo y provocarlo una y otra vez a Ai Weiwei, termina el autoritarismo por exhibirse aún más.

Nota: la fotografías corresponden a las obras Template, la de la parte superior, y Descending Light la de al final, ambas, desde luego, autoría de Ai Weiwei.

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