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martes, noviembre 23, 2010

Harry Potter, el inicio del fin


Si bien me gustó, reconozco que sentí una sensación de disminución del asombro proveniente de escenas fantásticas o que me hubieran pasmado por su derroche de genialidad utópica; creo que es algo que venimos repitiendo los fanáticos de la saga en al menos las dos últimas entregas.

Este capítulo, Harry Potter y las reliquias de la muerte, es la narración de una interminable persecución de tres jóvenes bajo un transfondo mágico que se da por conocio y asimilado, ya no una historia autosuficiente de unos niños cuya vida gira en torno a un castillo de cuyos muros se desbordan maravillas de forma continua.

En esta ocasión se privilegia la expresión de las tensiones y desahogos provenientes de sus instintos, de aquellos miedos, deseos y pasiones que anidan en lo que Sigmund Freud llamaría el Ello, de esas pulsiones típicas que, como humanos ordinarios, acompañan, y a veces se funden, a los peligros que habrán de superar.

Desde luego que el filme es una preparación para el que el próximo año será el desenlace de esta historia que si bien ha atrapado la fascinación de todo tipo de espectadores, que atestiguan la necesidad y el romance de las personas con los relatos de ensueño, forma parte muy en particular de la vida de una generación de jóvenes de todo el mundo que ha crecido y madurado paralelamente a Harry, Hermione y Ron.

Algunos enlaces que recogen reseñas de la película, de los más variados signos, son los siguientes: A.O. Scott, New York Times; Sarah Lyall, New York Times; Kenneth Turan, Los Angeles Times; Peter Bradshaw, The Guardian; Xan Brooks, The Guardian; Bidisha, The Guardian; Anthony Quinn, The Independent; varios, The Independent; Anita Singh, The Telegraph; Baz Bamigboye, Dailymail; varios, BBC.

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