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sábado, octubre 30, 2010

"Prensa democrática"

Señala Malcolm Beith en Newsweek que una característica vital para la prensa democrática es cooperar con el gobierno como pilar para la transición política, de tal manera que la labor de una prensa democrática no consiste en agitar al pueblo con titulares sensacionalistas, sino informar al público lo mejor posible. Dice Beith que ningún editor de alto nivel de los principales medios mexicanos tiene o ha tratado de forjar estrechas relaciones con sus homólogos gubernamentales y así, muchas veces, publican reportajes sin siquiera confirmar la información con la supuesta fuente. Considera en extremo "peligroso" desorientar al público de esa manera.

No se cuántos periodistas de nuestro páis coincidirían con lo anterior pero presumo que pocos, en México la relación de la prensa con el gobierno parece destinada a ubicarse en cualquiera de dos extremos: lejana, crítica, sensacionalista, pero "independiente", o cercana, ligada a las líneas discursivas gubernamentales y, en consecuencia, tachada de "entreguismo". Para muchos no parece posible concebir alguna otra posibilidad respecto a la relación medios-gobierno, lo que desde luego es falaz.

Por ello yo preferiría hablar, antes que de "prensa democrática", como lo hace Beith para su modelo de prensa, simplemente de prensa, sin adjetivos, de labor periodística conforme a ciertos estándares de calidad y profesionalismo.

Reclama Beith que en la semana previa a la impresión de su artículo vivió las repercusiones de esta "insalubre" situación:
  • Un artículo de portada del semanario “Proceso” incluyó extractos de su nuevo libro sobre la guerra contra las drogas. Al hacerlo se le atribuyó la afirmación de que los gobiernos de México y Estados Unidos permitieron que Joaquín Guzmán Loera escapara de la cárcel en 2001, lo cual califica de falso. Critica que la gente del semanario no trató de comunicarse con él previamente a la publicación del reportaje.
  • Un artículo publicado por “El Universal”, hizo gala de sensacionalismo citándole en el encabezado y atribuyéndole la afirmación de que la guerra contra las drogas “terminaría” si atrapaban a “El Chapo”, cosa muy distinta a lo que en realidad dijo.
Por otra parte, Carlos Puig se adhiere a la crítica que ha venido enderezando Héctor Aguilar Camín al señalar la incapacidad de medios y periodistas de poner la información en contexto, de explicar con precisión lo que sucede en las zonas violentas del país, de explicar quiénes y porqué asesinan y de cómo, obsesionados con el inventario de los muertos, con el señalamiento facilón, aunque mentiroso, colaboran a la confusión. 

Creo que estas apreciaciones, independientemente de la validez de sus acertos, se prestan para hacer criticas cruzadas. Para Beith, la de generalizar de manera "facilona", sin matiz personal, institucional, geográfico o temporal alguno, los juicios que expresa sobre el país, seguramente producto de relatos  de "especialistas" a los que presta demasiada confiabilidad, por ejemplo el de que "Durante la era priísta mexicana, los principales diarios del país recibían dinero para publicar exclusivamente lo que autorizaba el gobierno.", o la sugerencia de que la desinformación en los medios pueda achacarse exclusivamente a la falta de interés de los editores, sin tomar en cuenta la desorganización, falta de oportunidad y "berrinches" con los que en las instituciones públicas se quiere manejar la relación con la prensa.

Para el medio en que que escriben Puig y Aguilar, la tardía caída en razón de que la lucha contra la delincuencia organizada tiene una dimensión societal, en la que son actores indiscutibles los medios, de complemento y corrección a lo que hacen las autoridades y que, más allá de la legítima critica a la atropellada estrategia gubernamental, las imágenes sensacionalistas y "peroratas" desinformadas y políticamente interesadas muchas veces contribuyen a lograr lo que precisamente pretenden "los que asesinan": infundir miedo y promover la división. No veo las "razones periodisticas" para que tengamos que seguir observando en Milenio y otros medios impresos y audiovisuales, esa especie de competencia por transmitir imágenes de descabezados y torturados, así como también por privilegiar discursos autoflajelatorios rimbombantes sin propuesta que son tan comunes en reportajes y artículos, sobre todo cuando los autores y entrevistados son militantes y simpatizantes de partidos políticos; creo que la sociedad mexicana ya es conciente de lo que la infinita crueldad de la delincuencia organizada es capaz y de la ineptitud "plural" de los gobernantes para contrarrestarla.

Más que estar "estrechamente relacionados" con, o de estar en las antípodas del gobierno, una prensa profesional debe ser realmente informativa, y no lo es si privilegia lo llamativo sobre lo fidedigno y socialmente relevante. Si además de profesional quiere ser calificada como "democrática" pienso que debería facilitar el razonamiento público, para lo cual habría de privilegiar la exposición y contraste de ideas y argumentos que valgan por su mérito y no por la influencia política pasajera de quien los esgrime, a efecto de contribuir a la formación de una sociedad tolerante y plural donde todas las razones tengan voz en su conducción.

Nota: la ilustración de la entrada se obtuvo en este lugar.

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