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viernes, septiembre 03, 2010

La "prostitución" de Carla Bruni


Además de ser la tortura de Woody Allen y la primera dama más atractiva del planeta Carla Bruni se las ha arreglado para causar la furia del fundamentalismo religioso por el siguiente escrito relacionado con la condena a muerte de  Sakineh Mohammadi Ashtiani en Irán por cometer adulterio:
Querida Sakineh,

¡Condenada a ser sepultada viva, y después lapidada! ¡Su hermoso rostro, destrozado! Sus ojos llenos de dolor y dignidad, su frente, su cerebro, su alma... transformados en blanco de lanzadores de piedras, aplastados, pulverizados, destrozados... ¡Horror y consternación! Esta imagen de pesadilla que nos trastorna, esta imagen que nos aterroriza y que parece salida de la noche de los tiempos, esta increíble tortura corre pues el riesgo de volverse real.

Por razones oscuras, con fría rabia, seres semejantes a usted y a mí así lo han decidido, Sakineh. Seres que se arrogan el derecho de vida y muerte sobre aquellas que no les obedecen.

¿Cómo callar después de haber tomado conocimiento de la sentencia que fue pronunciada en su contra? Lo que puede sucederle a usted lastimará profundamente a todas las mujeres, a todos los niños, a todos aquellos que abrigan sentimientos humanitarios. Y, peor aún, usted no es la única que se encuentra en peligro de padecer este increíble suplicio...

No veo qué bien puede salir de esta ceremonia macabra, sean cuales sean las justificaciones jurídicas esgrimidas.

Derramar su sangre, privar a sus hijos de madre, pero ¿por qué? ¿Por lo que usted vivió, porque usted alguna vez amó, porque usted es mujer e iraní?

Todo en mí se niega a aceptar esto. El pueblo iraní forma parte de las naciones más antiguas y más notables del planeta. No entiendo cómo los herederos de una gran civilización hecha de tolerancia y refinamiento pueden ser infieles a esa herencia milenaria.

Sus jueces deben saberlo, Sakineh, su nombre se ha convertido en un símbolo para todo el planeta. ¿Entenderán ellos que, sea cual sea la época, sea cual sea el lugar, nunca podrán lavarse las manos de semejante crimen?

Estoy orgullosa de vivir en un país en el cual la pena de muerte ha sido abolida. Por mucho tiempo, formó parte de neustras leyes y puedo decirle que esa abolición fue una victoria democrática, muy importante para el conjunto de nuestro pueblo. ¿Y si esa victoria fuese también la suya? ¿Y si la Nación iraní le diese la espalda a esta bárbara costumbre?

Ruego para que la justicia de su país sepa dar muestras de clemencia hacia usted, así como hacia las otras víctimas que podrían padecer el mismo suplicio. En Francia, los niños aprenden en al escuela que la clemencia es la principal virtud de los gobernantes.

Desde el fondo de su celda, sepa que mi marido abogará por su causa sin descanso y que Francia no la abandonará.
Se podrá decir de Bruni lo que se desee menos que en este caso no le asiste la razón, ¡ah, la razón! propiedad intelectual incompatible con el fundamentalismo de cualquier signo, acostumbrado a imponer sus valoraciones por autoridad y no por convencimiento. Ante el señalamiento de Bruni y de otros muchos más, entre ellos Bernard-Henry Lévy y Bob Geldof, los radicales de la teocracia sólo han atinado a esgrimir como argumento la descalificación ad hominen llamándola "prostituta", haciendo con ello más evidente la ausencia de premisas que sustenten sus juicios.

Se recurre a la condena moral de la conducta personal del denunciante para esconder la arbitrariedad propia, al arropamiento en caducas concepciones de nacionalismo y soberanía para pretender rodear con una valla de impunidad a la barbarie para exentarla de la crítica: "Independent nations do not allow other countries to interfere in their judicial affairs... Western nations must not pressurise and hype [the case] up.", clama el ministro de relaciones exeriores ante el señalamiento inquisitivo universal.

Pareciera que las mujeres pensantes merecen el desprecio de los líderes religiosos fundamentalistas, culpables ellas de insolencia al asumirse abiertamente como seres con ideas, que cuestionan las tradiciones, con carácter y libres como el que más; ante tal atrevimiento consideran legítimo propalar pretendidos secretos de alcoba, obsesión oculta de toda mojigatería, para defender la puridad de la conciencia manchada y exhibida frente al espejo.

Nadie puede declarar inocencia o culpabilidad en un caso que se desconoce, pero sí afirmar la crueldad del castigo, anidar la sospecha de que la nujer no tiene posibilidad de un juicio justo en una sociedad dominada en la esfera pública por un fundamentalismo religioso que no entiende de derechos humanos, influencia infecciosa de occidente, que sólo sirve para hacer "escándalos".

Frente a la molestia manifestada en Francia por los calificativos dirigidos a la primera dama la respuesta de los ayatolas no pudo haber sido más deleznable, no sólo es una ramera: "De hecho, ella misma merece morir". Se manifiestan en toda su desnudez los riesgos que motivaron a Voltaire, hace siglos, a denunciar como principio intrínseco de todo fundamentalismo el que se expresa en la frase "¡piensa como yo o muere!; como apunta Fernando Savater al reflexionar sobre temas relacionados: "Practican lo que Michael Oakeshott llamó en un ensayo memorable la “política de la fe”, es decir, tratan de imponer gubernamentalmente la perfección social según la guía de quienes ya vieron la luz de la verdad."

En este orden de ideas, para el discurso oficial iraní estamos frente a una medida que resulta necesaria para conservar la cultura, las tradiciones y los valores propios, de manera que la lapidación, "... aunque pueda parecer cruel, enseña la importancia de los valores familiares." Curiosos valores aquellos cuya mera enseñanza justifica la crueldad. Quizá ya es momento de dar de baja la referencia a los "valores familiares" como argumento en los asuntos públicos, toda vez que con ellos se han pretendido justificar las ideas más exóticas, desde la prohibición de libros, pasando por restricciones a la privacidad hasta llegar a la aplicación de penas inusitadas. Como decía Alf Ross al hablar del empleo indiscriminado del término justicia, "hay que desconfiar de una idea que puede ser utilizada para defender cualquier cosa". El discurso fundamentalista tanto en occidente como en oriente recurre a las mismas ideas.

En el caso que nos ocupa, no he escuchado o leído entre las injurias de los lideres religiosos de Irán argumento alguno oponible a la crítica de Carla Bruni, seguramente porque no los hay. ¿Bajo qué argumento se puede arguir la superioridad de una tradición que no ha sido matizada por un proceso de secularización e ilustración y que hace sufrir publicamente a personas que en la privacidad no la respetan? Tristemente, en una sociedad dominada por los fundamentalismos, como es la Irán de nuestros días, sólo se puede ejercer la libertad de manera subrepticia, tras el velo que, más que ocultar el rostro incitador al pecado de las mujeres, trata de obstruir la mirada de sus autoridades políticas y religiosas sobre la vida privada de las personas.

La carta inflamatoria y otras iniciativas semejantes representan la universalización de una especie de moral crítica, azote de los usos y costumbres sin sostén racional, puesta en evidencia por la notoriedad de Bruni que utiliza su estatus de celebridad para defendr una causa abrazable por todos. Curioso que en este caso una cantante y modelo tenga más autoridad moral para defender derechos humanos en medio oriente que la mayor potencia del mundo, la cual aún mantiene la pena de muerte como posibilidad sancionatoria.

Creo que tenemos el deber de fomentar la universalización de los derechos humanos y denunciar el fundamentalismo donde quiera que se encuentre, sin importar que líderes religiosos obsoletos y fanáticos de mentalidad caduca se retuerzan a gritos y nos califiquen como patrocinadores o integrantes de un inmenso prostíbulo, que para su angustia, pero beneplácito nuestro, es cada vez más grande.

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