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domingo, enero 24, 2010

Autodominio

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) llamó a quienes tienen preferencia por las personas de su mismo sexo o por los dos a dominar sus instintos y pasiones y prescribió que el ejercicio de la homosexualidad es una desviación y objetivamente hablando es una falta moral, pero hizo hincapié en que no sataniza a los homosexuales. O sea que la conducta representativa de su preferencia sexual es algo que se ubica en el ámbito de lo malo, es objetivamente reprochable, inmoral, pero no se les "sataniza", lo cual sería cierto sólo en la medida en que no se les atribuye el carácter de demoníacos o de seres pertenecientes al Averno, no obstante, no deja de ser curiosa la manera que tiene el Episcopado de expresar tolerancia.

Reconforta saber que, aunque tardíamente, oficialmente la Iglesia se une a lo que desde hace mucho ha reconocido el derecho al señalar que los homosexuales "son personas y tienen los derechos de toda persona humana". sin embargo, ¿porqué habrán de ser exlusivamente los homosexuales los que requieren de un llamamiento para controlar el desbordamiento de sus pasiones?

Se deja ver un prejuicio, toda vez que no se acompaña la afirmación de evidencia científica que la sustente: el entendimiento del homosexual como un ser especialmente propenso al descontrol, que seguramente debe serlo en tanto que es un ser humano, con instintos cuya satisfacción se encuentra atemperada socialmente por reglas que permitan un mínimo de convivencia y eviten el abuso de poder, pero ni más ni menos que los deseos y ansiedades de los heterosexuales.

Este prejuicio forma parte de un discurso pretendidamente protector de la niñez pero que parece más bien encaminado a tratar de cerrar la puerta a la posibilidad de la adopción de niños por parejas de homosexuales, toda vez que, bajo esta línea de argumentación, serían víctimas indefensas frente a estos manojos de instintos desenfrenados. Dice el refrán que el buen juez por su casa empieza; si se trata de salvaguardar a la niñez, sector vulnerable como el que más a cualquier tipo de abuso, el Episcopado debió generalizar la recomendación, para incluir en ella a los miembros de la curia que, como se revela cada vez más en todo el mundo, cuando conviven con niños no resultan ser un paradigma de control y autodominio, para perjuicio de la autoridad moral de la institución a la que pertenecen.

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